Hoy en día, muchas personas
tienen en mente que, llegado el día de su muerte, su cuerpo sea incinerado y
que sus cenizas sean arrojadas al mar, o sepultadas en la tierra, o que sean
conservadas en el algún lugar del hogar, o que estas sean arrojadas al aire.
Pues bien, hoy muchos nos
hemos despertado con la noticia de que la Iglesia ha prohibido este tipo de
prácticas.
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Esta práctica muy difundida entre los católicos, quedará prohibida ahora con esta Instrucción dada por la Iglesia. Imagen vía: 800 Noticias. |
En efecto, el día 15 de
agosto de este año, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó la
Instrucción Ad resurgendum cum Christo (Para
resucitar con Cristo) en la que declara que, “para evitar cualquier
malentendido panteísta, naturalista o nihilista”, no está permitida “la
dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier
otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en
piezas de joyería o en otros artículos” (n. 7).
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Cardenal Gerhard Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Imagen vía: Aci Prensa. |
Aún más, con la presente
Instrucción, la Iglesia también ha prohibido conservar las cenizas del difunto
en el hogar, salvo autorización del Obispo del lugar, y que, aún así, estas no
podrán ser divididas entre los familiares (cf. n. 6).
La Iglesia declara que, en
caso haya sido la voluntad del difunto que sus cenizas sean dispersadas en la
naturaleza, se le han de negar las exequias (cf. n. 8).
Cabe recordar, también, que
la Iglesia sí permite la cremación de los difuntos: “la Iglesia no ve razones doctrinales para evitar esta práctica, ya que
la cremación del cadáver no toca el alma y no impide a la omnipotencia divina
resucitar el cuerpo y por lo tanto no contiene la negación objetiva de la
doctrina cristiana sobre la inmortalidad del alma y la resurrección del cuerpo”
(n. 4). El problema, y el debate, surgen en esta prohibición nueva sobre el
destino final de estas cenizas.
Creo que la Iglesia, con
esta Instrucción, se sigue alejando de los católicos. Cada vez, y esto es ya un
hecho, la Iglesia se está convirtiendo en la Iglesia del No, la Iglesia de las
prohibiciones, y no en una Iglesia acogedora y madre.
Las reacciones de varias
personas a propósito de esta noticia indican ya el rechazo a esta Instrucción. ¿Qué
ocurrirá entonces? Los católicos que tienen en mente arrojar sus cenizas a la
naturaleza, seguirán en su idea firme de que se cumpla su última voluntad. La
Iglesia lo seguirá prohibiendo. Y, así, se hará haciendo cada vez más grande
esta brecha entre el pueblo de Dios y la jerarquía eclesial.