domingo, 16 de octubre de 2016

Repensar nuestra fe. Reflexiones a propósito de la procesión del Señor de Luren.

El culto cristiano que convoca a la mayor cantidad de fieles en nuestra ciudad es la procesión del Señor de Luren. Sin embargo, el culto exagerado a esta imagen nos ha hecho olvidar lo que verdaderamente constituye el centro y la razón de ser de nuestra fe: el seguimiento a Jesús de Nazaret y a su proyecto de vida como una forma de actuar y de estar en este mundo (José María Castillo).

El Señor de Luren. Imagen vía: peru.com

La devoción exagerada al Señor de Luren ha llegado al extremo en que muchos fieles gastan grandes sumas de dinero en comprarle joyas y sudarios pensando que estamos así vistiendo al mismo Jesús. Sin embargo, parafraseando a san Jerónimo: ¿De qué sirve adornar tanto al Señor de Luren si Cristo muere de hambre en la persona del pobre?

El Señor de Luren, por más cariño que uno le pueda tener, no es más que una simple imagen que nos recuerda a Jesús de Nazaret, pero no es Jesús de Nazaret. A Jesús lo encontramos, tal como Él mismo nos lo dijo, en el hambriento, en el sediento, en el enfermo, en el preso, en el hombre que no tiene con qué vestirse. (cf. Mt 25, 31-46).

Todo lo que hayamos hecho con ese prójimo sufriente, al mismo Cristo se lo habremos hecho. Así nos lo recuerda también san Gregorio de Nisa: “No desprecies a quienes están postrados, como si por eso no valieran nada. Considera quiénes son y descubrirás cuál es su bondad: representan a la persona del Salvador. Y así es, pues el Señor, en su bondad, les prestó su misma persona para que, a través de ella, tengan compasión los que son duros de corazón y enemigos de los pobres.”

Si queremos manifestar nuestro cariño y devoción al Señor de Luren, no es necesario adornar y/o vestir su imagen para demostrarlo. Bastará pues que nuestro cariño y devoción esté manifestado en el amor que le podamos mostrar a nuestro prójimo, de manera especial a nuestro prójimo pobre.

Otro de los errores que se comete mucho a propósito de la procesión del Señor de Luren es que esta nos lleva a confundir la fe con la magia o la superstición. La magia o la superstición responde a la creencia de que un conjunto de actos o palabras nos traerá como resultado algo que nosotros esperamos. Por ejemplo: si rodeo con rosas rojas la imagen de la persona a quien más quiero, entonces ésta se enamorará de mí.

Lo mismo ocurre con la veneración al Señor de Luren. Pensamos que si, por ejemplo, cargamos la imagen del Señor, entonces el Señor nos concederá un milagro. Que si compramos el cirio más grande, entonces el Señor nos escuchará mejor. Que si hago una alfombra o le presento un homenaje, entonces el Señor me concederá lo que le pido.

Tenemos pues la imagen de un Dios acción-reacción.

Sin embargo, no es necesario hacer "tanto ruido” para que Dios se acuerde de nosotros. Él siempre está pendiente de nuestros pasos, sabe lo que necesitamos incluso antes de pedírselo (cf. Mt 6, 7-8).

Por eso, si queremos pedirle perdón a Dios, si queremos que nos conceda algo, no es necesario esperar la fecha en que salga el Señor de Luren para que nuestra súplica sea "más eficaz". Él está en todas partes. A él lo podemos encontrar en cualquier lado, incluso entre “las ollas y los pucheros” como decía santa Teresa de Jesús.

La oración del gran Facundo Cabral resume mejor lo que hemos estado diciendo.

“Señor, te pido perdón por mis pecados, ante todo por haber peregrinado a tus muchos santuarios, olvidando que estás presente en todas partes. En segundo lugar, te pido perdón por haber implorado tantas veces tu ayuda, olvidando que mi bienestar te preocupa más a ti que a mí. Y por último, te pido perdón por estar aquí pidiéndote que me perdones, cuando mi corazón sabe que mis pecados son perdonados incluso antes de que los cometa.”
Que la devoción al Señor de Luren no nos haga solo alzar los brazos y la mirada al cielo, olvidando que a nuestro lado está el pobre pidiendo nuestra ayuda.

Que la devoción al Señor de Luren no nos haga crear una imagen de un Dios que necesita de nuestra veneración para ayudarnos, sino que nos dé la certeza de que el Dios en que creemos es un Dios que, pase lo que pase, no nos dejará solos, ni en esta vida ni en la otra.

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