El culto cristiano que
convoca a la mayor cantidad de fieles en nuestra ciudad es la procesión del
Señor de Luren. Sin embargo, el culto exagerado a esta imagen nos ha hecho
olvidar lo que verdaderamente constituye el centro y la razón de ser de nuestra
fe: el seguimiento a Jesús de Nazaret y a su proyecto de vida como una forma de
actuar y de estar en este mundo (José María Castillo).
El Señor de Luren. Imagen vía: peru.com |
La devoción exagerada al Señor de
Luren ha llegado al extremo en que muchos fieles gastan grandes sumas de dinero en comprarle
joyas y sudarios pensando que estamos así vistiendo al mismo Jesús. Sin embargo,
parafraseando a san Jerónimo: ¿De qué sirve adornar tanto al Señor de Luren si
Cristo muere de hambre en la persona del pobre?
El Señor de Luren, por más
cariño que uno le pueda tener, no es más que una simple imagen que nos recuerda
a Jesús de Nazaret, pero no es Jesús de Nazaret. A Jesús lo encontramos, tal
como Él mismo nos lo dijo, en el hambriento, en el sediento, en el enfermo, en
el preso, en el hombre que no tiene con qué vestirse. (cf. Mt 25, 31-46).
Todo lo que hayamos hecho
con ese prójimo sufriente, al mismo Cristo se lo habremos hecho. Así nos lo
recuerda también san Gregorio de Nisa: “No
desprecies a quienes están postrados, como si por eso no valieran nada.
Considera quiénes son y descubrirás cuál es su bondad: representan a la persona
del Salvador. Y así es, pues el Señor, en su bondad, les prestó su misma
persona para que, a través de ella, tengan compasión los que son duros de
corazón y enemigos de los pobres.”
Si queremos manifestar
nuestro cariño y devoción al Señor de Luren, no es necesario adornar y/o vestir
su imagen para demostrarlo. Bastará pues que nuestro cariño y devoción esté
manifestado en el amor que le podamos mostrar a nuestro prójimo, de manera
especial a nuestro prójimo pobre.
Otro de los errores que se comete mucho a propósito de la procesión del Señor de Luren es que esta nos lleva a confundir la fe con la
magia o la superstición. La magia o la superstición responde a la creencia de que un conjunto de actos o palabras nos traerá
como resultado algo que nosotros esperamos. Por ejemplo: si rodeo con rosas
rojas la imagen de la persona a quien más quiero, entonces ésta se enamorará de
mí.
Lo mismo ocurre con la
veneración al Señor de Luren. Pensamos que si, por ejemplo, cargamos la imagen
del Señor, entonces el Señor nos concederá un milagro. Que si compramos el
cirio más grande, entonces el Señor nos escuchará mejor. Que si hago una
alfombra o le presento un homenaje, entonces el Señor me concederá lo que le
pido.
Tenemos pues la imagen de un
Dios acción-reacción.
Sin embargo, no es necesario hacer "tanto ruido” para que Dios se acuerde de nosotros. Él siempre está pendiente
de nuestros pasos, sabe lo que necesitamos incluso antes de pedírselo (cf. Mt
6, 7-8).
Por eso, si queremos pedirle
perdón a Dios, si queremos que nos conceda algo, no es necesario esperar la
fecha en que salga el Señor de Luren para que nuestra súplica sea "más eficaz".
Él está en todas partes. A él lo podemos encontrar en cualquier lado, incluso
entre “las ollas y los pucheros” como decía santa Teresa de Jesús.
La oración del gran Facundo
Cabral resume mejor lo que hemos estado diciendo.
“Señor,
te pido perdón por mis pecados, ante
todo por haber peregrinado a tus muchos santuarios, olvidando que estás
presente en todas partes. En segundo lugar, te pido perdón por haber implorado
tantas veces tu ayuda, olvidando que mi bienestar te preocupa más a ti que a
mí. Y por último, te pido perdón por estar aquí pidiéndote que me perdones,
cuando mi corazón sabe que mis pecados son perdonados incluso antes de que los
cometa.”
Que
la devoción al Señor de Luren no nos haga solo alzar los brazos y la mirada al
cielo, olvidando que a nuestro lado está el pobre pidiendo nuestra ayuda.
Que
la devoción al Señor de Luren no nos haga crear una imagen de un Dios que
necesita de nuestra veneración para ayudarnos, sino que nos dé la certeza de
que el Dios en que creemos es un Dios que, pase lo que pase, no nos dejará
solos, ni en esta vida ni en la otra.