miércoles, 10 de febrero de 2016

El verdadero ayuno que agrada a Dios.

El papa Francisco recibe la imposición de la ceniza de mano de uno de su cardenales. Imagen: cbsnews.com

Hoy se celebra el Miércoles de Ceniza en todo el mundo Católico. Con este acontecimiento se da inicio a la Cuaresma, tiempo de preparación y reflexión (cuarenta días) para la Semana Santa. Como tradición por este día, la Iglesia sugiere ayunar, “abstenerse total o parcialmente de tomar alimento o bebida” (Fuente: RAE). Incluso la lectura del Evangelio de hoy tocará, entre otros, el tema del ayuno:

Cuando ustedes hagan ayuno, no pongan cara triste, como los que dan espectáculo y aparentan palidez, para que todos noten sus ayunos. Yo se los digo: ellos han recibido ya su premio. Cuando tú hagas ayuno, lávate la cara y perfúmate el cabello. No son los hombres los que notarán tu ayuno, sino tu Padre que ve las cosas secretas, y tu Padre que ve en lo secreto, te premiará.”
 (Mt 6, 16-18).
En este pasaje, Jesús propone una nueva forma de practicar el ayuno, alejado del histrionismo personal y centrado en una relación más íntima con Dios.

Lo que se ha olvidado, tanto entonces como ahora, es que una relación más íntima con Dios necesariamente nos lleva a una relación más íntima con el prójimo. Ninguna práctica piadosa, en este caso el ayuno, debe hacernos olvidar que toda relación con Dios es en sí misma una relación con el prójimo.

¿Cómo hacer entonces el ayuno que agrada a Dios? Para ello debemos echar mano a un texto del profeta Isaías en el que se presenta a Dios quejándose de Israel, su pueblo, y se resalta que “las prácticas religiosas carecen de valor si no van acompañadas por la justicia y el amor al prójimo. El verdadero ayuno no consiste principalmente en actitudes exteriores, sino en la renuncia a la injusticia y en la sincera dedicación al servicio de los demás” (Fuente: “La Biblia de estudio. Dios habla hoy”).

“¿Creen que el ayuno que me agrada consiste en afligirse? ¿Eso es lo que ustedes llaman “ayuno”?
El ayuno que a mí me agrada consiste en esto: en que rompas las cadenas de la injusticia, y desates los nudos que aprietan el yugo, en que dejes libres a los oprimidos y acabes, en fin, con toda tiranía; en que compartas tu pan con el hambriento y recibas en tu casa al pobre sin techo; en que vistas al que no tiene ropa y no dejes de socorrer a tus semejantes.
Entonces, si me llamas, yo te responderé; si gritas pidiendo mi ayuda, yo te diré: “Aquí estoy”.
Si haces desaparecer toda opresión, si no insultas a otros ni levantas calumnias, si te das a ti mismo en servicio del hambriento, si ayudas al afligido en su necesidad, tu luz brillará en la oscuridad, tus sombras se convertirán en luz del mediodía.”
 (Isaías 58, 5ac. 6b-7. 9-10).
El texto de Isaías resalta que el culto a Dios no debe hacernos perder la mirada en el prójimo. El amor a Dios no debe aislar al ser humano, sino llevarlo a una comunión más plena con el Otro.

“La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión: el encuentro con Dios es, en sí mismo y como tal, encuentro con los hermanos, un acto de convocación, de unificación, de responsabilidad hacia el otro y hacia los demás.”
(Benedicto XVI, Discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe).
¡Feliz Cuaresma!

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