¿Por qué sufrimos tanto al separarnos?. Imagen: themodernnomad.com |
Existen 3 formas de terminar una relación:
1. Cuando decides terminar
con alguien porque, simplemente, el cariño se acabó.
2. Cuando te terminan por la
misma razón.
3. Cuando, aún queriendo a
esa persona, “tienes” que terminar la relación porque, sencillamente, estar con
esa persona te hace daño.
De esas tres formas de
ruptura, las dos últimas, por lo general, desencadenan en un dolor de espíritu
o tristeza inevitable. Se suele decir, en psicología, que la tristeza de la
ruptura es tal que se asemeja en parte a la tristeza que se tiene cuando
fallece un familiar nuestro.
Y obliga la pregunta: ¿A qué
se debe tamaña tristeza? La respuesta es obvia: Porque hemos perdido lo que nos
hacía falta.
Según el mito que se cuenta
en el libro El banquete de Platón, al
principio no existía el hombre o la mujer individualmente como hoy vemos. Estos
eran al principio una unidad perfecta, armónica. Sin embargo, estos “humanos
perfectos” fueron un día castigados por Zeus (omitiré la razón del castigo con
el fin de no hacer extensa la historia) que decidió partirlos en dos y, así,
hacerlos más débiles. Como consecuencia de ese castigo, ya no existe más aquel
“humano perfecto”, sino ahora un varón incompleto y una mujer incompleta.
“Desde esa escisión
originaria, que nos hizo pasar de la unidad a la dualidad, de la completud a la
incompletud, buscamos sin descanso la mitad que nos falta, a la que busco
incesantemente… Y cuando un día la encuentro, ¡qué alegría, qué entusiasmo, qué
felicidad!”
(André Comte-Sponville, “Ni
el sexo ni la muerte”).
Esa
alegría de encontrar a la mitad que nos hacía falta, según Erich Fromm, “constituye
uno de los momentos más estimulantes y excitantes de la vida.” En efecto, no
existe mayor alegría en el ser humano que amar y ser amado al mismo tiempo. Y
cuando esa otra mitad, que me hacía sentir completo cada día, deja de estar más
a mi lado, aparece entonces aquella tristeza de amor que no nos deja continuar.
“No hay pastillas para este tipo de dolor, no
hay una píldora para el día después o los seis
meses posteriores, que es lo que más o menos dura la etapa de duelo. Hay
que soportarlo y resistir, como si se tratara de una pelea de boxeo: hoy le
ganas un asalto al sufrimiento y mañana te lo gana él. Lo único que debe
preocuparte es no perder por nocaut, porque si aguantas, así caigas a la lona
una y otra vez, te aseguro que ganarás por puntos.”
(Walter Riso, “Manual para
no morir de amor”).
Entonces,
¿qué hacer para sobrevivir a esta tristeza? Aprender. Aprender a vivir sin la otra persona.
Y para lograr esto, lamentablemente, no existe una receta efectiva. Lo que sí
existe, no obstante, son consejos, ayudas, que nos pueden hacer transitar mejor
este momento de pena. Aquí algunos consejos:
1. Encontrar un nuevo sentido de vida.
“Nadie ha viajado por el
camino del dolor y ha vuelto sin llegar transformado… Este (momento de soledad)
es un periodo de reflexión que vale la pena aprovechar, y así saber lo que de
verdad tiene valor y sentido en nuestra vida.”
(Santiago Rojas, “Alíviate
el corazón roto”).
“Es en el silencio cuando hacemos contacto con lo que verdaderamente
somos.”
(Walter Riso, “¿Amar o
depender?”).
2. Rodéate de gente que te ame.
“Los que te quieren de
verdad toman partido y te defienden, intentan sacarte a flote, no importa si
tienes razón o no, se preocupan por ti y punto… Lo que necesitas es apoyo,
silencios compartidos, el golpecito en la espalda, la palabra de ánimo.
Necesitas de “queridos mentirosos” que te digan que eres genial, atractivo,
buen partido o cualquier otra cosa que le venga bien a tu aporreado “yo”.
(Walter Riso, “Manual para
no morir de amor”).
3. El perdón.
“Las personas con rencor y
resentimiento permanecen atadas irremediablemente a quien alguna vez amaron,
con el agravante de que no pueden gozar la vida en sus actuales circunstancias…
No se perdona porque el otro ser lo merezca; él tendrá que asumir las
consecuencias de sus actos, sean los que sean. Se perdona porque así se logra
aprender definitivamente a vivir sin el otro, que, aunque esté ausente, sigue
siempre en el panorama mental diario. No se hace para olvidar, sino para
aprender de lo ocurrido, sacando provecho de dicha experiencia.”
(Santiago Rojas, “Alíviate
el corazón roto”).
“Si no perdonas por amor, perdona al menos por egoísmo, por tu propio
bienestar.”
(Dalai Lama).
Olvidar
a alguien resulta psicológicamente imposible (“ingenua e irracionalmente
imposible”, dirá Riso). Y es que olvidar no implica borrar de nuestra mente a
quien una vez nos amó. Olvidar significa, ciertamente, “recordar a alguien sin
dolor.” Hasta llegar a ese momento, que hoy lo vemos como una meta demasiado
lejos e inalcanzable, debemos “vivir con la esperanza de que es la felicidad, y
no la tristeza, la última palabra que nos da la vida”.