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Un año más nos toca vivir el tiempo de Adviento, un año más nos toca vivir este tiempo de preparación para la Navidad. Adviento significa “venida”, y venida por partida doble: venida de “alguien” y venida de “algo”. De alguien: Jesús de Nazaret. De algo: nuestra liberación. Liberación de todo lo que nos oprime el corazón: el pecado, la tristeza, la angustia ante el incierto mañana, la desesperanza.
Esta venida es, pues, motivo
de gran alegría para todos nosotros: Una vez más, con la Navidad, se renovará
la promesa de felicidad a la que Dios nos tenía destinados desde el principio.
Sin embargo, hoy en día,
muchos han olvidado este significado profundo del Adviento y de la Navidad. Hoy
“el adviento corre a cargo de los avisos
de comerciales deslumbrantes, capaces de despertar las fantasías consumistas de
los niños y de los mayores, que serán colmadas o frustradas según las
posibilidades económicas (…) de las familias. Para muchos vecinos de los barrios y poblaciones más alejados y pobres
será una noche más en la que se saboreará la pobreza de todas las noches.”
(Luís Fernando Crespo).
En efecto, a partir de este
“comercio navideño” hemos expropiado a los más pobres hasta del derecho a
alegrarse con la Navidad. Hemos hecho del Adviento y de la Navidad un tiempo de
consumo que discrimina y margina a los que menos tienen y llena de gozo a los
que tienen más. Y nos olvidamos que Jesús nació (y nacerá siempre) pobre y para
los pobres: nació en un humilde establo, fue acostado en un pesebre (recipiente
donde comen los animales) y la Buena Noticia de su Nacimiento fue anunciada, primero,
a unos humildes pastores de Belén que dormían al aire libre.
“Lo que fue una circunstancia en su nacimiento, Jesús la convirtió más
tarde en opción consciente y estilo de vida.” (Luís Fernando Crespo). El
mismo Jesús lo dirá más adelante al iniciar su misión: “(Dios) me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres.” (Lc
4, 18).
Ya desde su nacimiento, él
no pertenece a ese ambiente de consumo y despilfarro. Jesús nace entre los
pobres y serán ellos los principales destinarios de su mensaje. Así pues, tanto
el Adviento como la Navidad deberíamos “vivirlo
como un tiempo para pensar cómo celebrar el nacimiento de Jesús devolviendo esa alegría a sus naturales
destinarios y prepararnos para participar sencillamente en ella.” (Luís Fernando Crespo).
Dios ama a todos, sí; pero
especialmente Dios ama a los pobres. Ellos son los predilectos de su amor. Una “navidad
de consumo, de mercado” excluye deliberadamente a los pobres y por lo tanto
está alejada del sentido auténtico de la Navidad.
¿Cómo celebrar entonces un
verdadero Adviento y una verdadera Navidad? ¿Cómo alejarnos de la “navidad de
consumo” y dejar de excluir a los pobres en estas fiestas? Dejo, como
respuesta, y para la meditación y reflexión, un escrito de san Gregorio
Nacianceno (329-389 d. C.):
“Si gozas de salud y eres rico, alivia la necesidad de quien está
enfermo y es pobre; si no has caído, ayuda a quien ha caído y vive en el
sufrimiento; si estás alegre, consuela al que está triste; si eres afortunado,
ayuda a quien ha sido mordido por la desventura. Demuestra a Dios tu
agradecimiento por ser uno de los que pueden hacer el bien, y no de los que
necesitan ayuda… No seas rico sólo en bienes, sino en piedad; no solo en oro,
sino también en virtud, o mejor, solo en esta. Supera la fama de tu prójimo
teniendo más bondad que todos; conviértete en Dios para el desventurado,
imitando la misericordia de Dios.”